Cuando tienes que cumplir con tu reloj
biológico y disfrutar de la compañía de tu hijo sin más
inquietudes que el murmullo del río, el dulce canto de los pájaros y de la maravillosa luz de una ciudad exenta
de contaminación, te das cuenta que la felicidad está en las cosas mas pequeñas
y mas cercanas aunque el menú a degustar sea únicamente de dos platos a elegir, eso si por el módico precio de 8€, está claro que no le podemos pedir peras al olmo.
Terminado el movimiento de mandíbulas, estiras las piernas y te quedas disfrutando del café acompañado de esos rayos de sol tan
agradables en la silla de ese merendero, muy bien orientado aunque cargado de una
abrumadora propaganda tanto en sombrillas, como en mesas, sillas y demás mobiliario, pero te colocas las gafas de sol y como dice el otro, ¡a vivir que son dos días!
Willy
Willy
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