martes, 6 de mayo de 2014

Malta, no hay por donde hincarle el diente

La semana pasada hice las maletas y puse (más) kilómetros de por medio con el fin de llegar a un sitio que tuviese buena gastronomía, buen tiempo y mar. El destino elegido Malta, no muy lejos de España, país desconocido para mi y alguna que otra cosa que visitar, la cosa pintaba bien.




Pero sólamente pintaba. Creo, desde mi humilde opinión, es el país más feo que he visitado, y mira que me considero una persona viajada (y afortunada) para mis 27 años de existencia, pero esta isla no hay por donde cogerla.
De primer impacto nada más aterrizar, me recordó mucho a Jerusalem, quizás por las edificaciones todas iguales y la suciedad, incluso por el colorido de los edificios tiene un aire a Salamanca, pero la piedra arenisca de la ciudad charra le da cienmil vueltas. Por el ambiente se asemeja a La Habana, edificios descuidados y dejados a la mano de Dios...y no hablemos de la gente. De rasgos agitanados quizás procedentes muchos de ellos de países del este, pero lo que realmente preocupa es la mala educación y la grosería que allí se gastan, como podéis comprobar, ¡he vuelto encantado!




A pesar de esto, siempre hay un poco de chicha o algo bueno, eso está claro. Que no me haya gustado no significa que no tenga cosas positivas, sino aquí un servidor perdería todo criterio. Adentrémonos un poco en este país al que hay que hincarle mucho el diente para ver su parte simpática.





En Valleta, la capital, es quizás donde encuentres más contrastes, tanto de gente como de arquitectura. De tema de gastronomía no hay mucho donde rascar. La cafetería/heladería más antigua llamada Cordina con ricos helados y con un toque kitch decadente de lo más interesante si eres Alaska y Mario, aún así entre mármoles y dorados, también puedes encontrar su gracia.





Calles estrechas, rincones por los que perderse, y terrazas improvisadas entre 2 coches. Allí la gente no tiene ninguna vergüenza, ¡bravo por ellos que lo que buscan es vender!





Algo recomendable para una mañana de domingo, es acercarse hasta Marsaxlokk, un pueblo pesquero donde se monta un mercado y donde se trapichea y regatea con el kilo del mejillón entre otros. Esta foto me recuerda bastante a Nuevo México, quizás por su intensidad de color.





Plato típico en Malta: el conejo. Lo ponen como en España, con sus ajitos y su cebollita y lo suelen hacer guisado. Punto positivo es que usan aceite de oliva (en toda la isla) y eso para mi es el 80% de cualquier plato.
Son grandes productores de tomate, por lo que tenemos la versión maltesa del pá amb tomaquet de los catalanes, eso sí, aquí les añaden una alubias como las de Sanabria de grandes.





Pero volviendo un poco a la decadencia del lugar, esta estampa te la puedes encontrar en el mismo centro de Valleta. Mucha venta al estilo chiringuito, colocado de cualquier manera donde la limpieza brilla por su ausencia, ¿dónde está Sanidad? Puede llegar a ser peligroso tanta mierda.




Otra cosa muy interesante en Malta son los pescados. Si estás pensando en ir (estás avisado), te recomiendo el restaurante Vino Veritas con una interesante carta de pescados, desde salmón hasta calamar a la plancha, todo acompañado de verduras, porque la huerta de Malta está bastante bien, y no sólo por el tomate, sino porque allí las verduras saben a verdura.





La comida en la isla está bien, es extensa pero a la vez es monótona, y te da la sensación que estás comiendo todos los días lo mismo. Como el que tiene muchos pantalones pero símplemente en distintos colores y parece que siempre va igual, más o menos así es la sensación que te da.
Pasta (influencias italianas), pescados y muchísimas ensaladas en sus diferentes versiones, por lo que un día fuimos a comer a un Convento de Clausura (no sé si ponerlo en mayúsculas para impresionar más).
Pastel de arroz muy sabroso aunque seco, sopa de pescado o incluso un guiso de cerdo con patatas con una exquisita salsa hecha a base de tomate. Salí contento de esa comida, parece que los dioses nos habían echado un capote. El sitio se llama Theos.




Pero para mi una de las cosas más interesantes de la semana, fué coger un barco y acercarnos hasta la isla de Gozo, ¡todo un descubrimiento! Ambiente relajado, edificaciones más cómodas a la vista y unos paisajes paradisiacos.
Tierra de agricultura y de vino. Ambas cosas probamos, y me reafirmo que los tomates exquisitos, eso sí, esta vez en formato mermelada.





Una señora del pueblo nos invitó a degustar sus propias confituras y patés. Desde aceitunas, alcachofas hasta pimientos, a mi estos planes me encantan, que queréis que os diga. Copa de vino blanco y chorrito de aceite en el pan y a mover el paladar, ¡ahora si que estoy en el paraiso!





Fuimos a ver unas salinas. Familiares y con décadas a las espaldas, hablamos con la señora que lo estaba recogiendo. Me chocó el trabajo tan dura que allí se realiza para recoger montañas y montañas de sal...pero lo que más me gustó es lo natural de la forma de hacerlo.

Empezamos a ver influencias de gastronomía italiana. Espaguetis con aceitunas y alcaparras.




Mercados a pie de calle. Carecen prácticamente de supermercados excepto el alemán Lidn, pero ningún otro se ha atrevido a meter el morro en la isla, ¿quizás porque no necesitan a nadie que les distribuya lo que ellos producen?




No me importó lo más mínimo alimentarme (por lo menos una vez al día) de las generosas ensaladas que allí sirven. Variadas y contundentes, y lo que más valoro por encima de todo, que se puedan aliñar con sal, aceite y vinagre.




Está claro que uno se lo pasa muy bien de vacaciones esté donde esté, pero hay países y PAÍSES, por lo que juzguen ustedes mismos cuál es el interés que se les despierta cuando ponen un pié fuera de España.

2 comentarios:

  1. Yo he vuelto de Malta hace 15 días y, francamente, me he quedado de piedra con tus comentarios. Por supuesto no es Paris pero yo no había visto concentrado más arte en menos territorio. Desde luego no he visto la mierda que tú al parecer has visto por todas partes, y mira que soy bastante crítica en ese aspecto. Y respecto a tus comentarios sobre la gente, eso sí que ha sido grosero. No parece que te hayas leido la historia del lugar, ni hayas entrado en una de sus iglesias ni museos ni paseado por sus barrios con cientos de años de antiguedad. Y eso no es hacer turismo, es ser un paleto.

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  2. Una semana en Malta se queda corta para disfrutar del rico patrimonio artísticico, la belleza de sus ciudades y sus espectaculares paisajes. Bañarse en sus cristalinas aguas de fondo blanco y arena fina, es simplemente una delicia hasta para una persona de secano como yo. La gente se acercaba amablemente a ofrecer su ayuda en cuanto nos veía consultar un plano y me sorprendió gratamente la buena educación de los conductores. Ni un pitido en toda la semana por dudar en un cruce la dirección a seguir. La historia de este diminuto país, desde los primeros asentamientos prehistóricos hasta las heroicas acciones militares de la Orden de Malta, se respira en todos los rincones de la isla. En resumen, encantada de haber estado allí y también soy una persona viajada.

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